jueves, 29 de marzo de 2007

Con la ideología no se come

Hace un par de años leía que las ideologías habían muerto y de hecho, la experiencia política del país reforzaba tal aserto, pues, veía cómo partidos socialistas pactaban con mercantilistas, mercantilistas y socialistas con gente en teoría de derecha, en fin, una mezcla indeseable que sólo se explicaba al entender que la dinámica política tenía como único fin el perseguir los, en muchos casos, mal sanos intereses de los caciques de los partidos políticos. El resultado está a la vista, un país dividido y con una porción de su población con una pobreza que humilla al ser humano. Esta desesperación ha sido caldo de cultivo para que una vez más, en nuestra región, tal como ocurrió a mediados del siglo pasado, prolifere la demagogia populista que brinda esperanzas de superar la miseria. Sin embargo, cabe preguntarse: ¿realmente este populismo llamado “socialismo del siglo XXI” saca de la pobreza a los pueblos? Para responder, bastaría con observar lo que sucedió con los regímenes socialistas del siglo pasado y los aún vigentes, y toda la opresión y hambrunas que provocó en sus pueblos. Pero, por extraño que parezca, la gran masa olvida y renueva esperanzas con el maquillado y renombrado socialismo, al que se le ha agregado “del siglo XXI” para darle aires de modernidad. En este sentido, vale la pena observar qué resultados reales están obteniendo los países donde se está aplicando el llamado “socialismo del siglo XXI” y qué obtienen los países que practican políticas contrarias. Podemos comparar Venezuela, donde su gobierno justifica su monopolio de poder económico y político para superar lo pobreza, y México, donde su modelo de desarrollo se caracteriza por la apertura comercial, respeto a la propiedad privada y en general un orden en las finanzas públicas. El Centro de Investigaciones Sociales sobre la Libre Empresa obtuvo los siguientes datos al hacer dicha comparación: “En México con su modelo de apertura, “redujo la participación de las exportaciones petroleras en su comercio exterior de un 68.5% en 1982 a un 12.6% en el 2004. En Venezuela en 1982 el petróleo significaba el 94.2% de su comercio exterior; en el 2004, 81.2%. Venezuela sigue siendo mono-exportador, mientras México ya diversificó su comercio exterior. Durante el periodo de 1998 a 2004, la deuda externa de México se redujo en un 13.2%; mientras en Venezuela se incrementó en 34.3%. El peso mexicano de 1998 a 2005 se devaluó en un 16%. En Venezuela el bolívar se devaluó en el mismo período un 292%. El crecimiento económico acumulado en México de 1998 a 2004 fue del 17.5%; en Venezuela del 0%, no hubo crecimiento. La formación bruta de capital fijo aumentó en México en 21.3% de 1998 a 2004; en Venezuela, cayó en 27.2%. Según la ONU de 1997 a 2003 el Producto per cápita en México aumentó en 9.5%; en Venezuela bajó un 45%. De 1998 a 2004 el número de hogares en extrema pobreza aumentó en Venezuela un 4.5%. En México disminuyeron en 49%. En el 2004 la tasa de desempleo en Venezuela fue del 13.9%; en México, del 3.8%. La inflación anual en México en el 2005 fue de 3.3%; en Venezuela, del 16%”. Por tanto, independiente de la ideología que proponen los “modelos” de desarrollo, pues con la ideología no se come, lo importantes es qué resultados arrojan. Los hechos nos muestran que el socialismo del siglo XXI genera más pobreza, mientras que la apertura de los mercados, el respeto a la propiedad privada y un Estado limitado potencia el desarrollo económico y social de los pueblos. Es su elección.

* Publicado por Diario El Telégrafo, Guayaquil - Ecuador. Marzo 30 de 2007.
Link: http://www.eltelegrafo.com.ec/ShowArticle.aspx?ID=6997

viernes, 23 de marzo de 2007

Es la Dolarización, no su gobierno

La semana pasada circularon rumores sobre un feriado bancario, hecho que debe ser investigado para descubrir a los malintencionados que quisieron desestabilizar el sistema financiero, y deben haber las sanciones del caso. Lo de los rumores no sorprende mucho pues antes ya se trató de hacer lo mismo sin mucho éxito; pero, en esta ocasión la situación fue mucho más tensa que las anteriores ya que se le agregaba todo el caos institucional de escenario. Una vez vuelta la calma, las declaraciones del ministro de economía y finanzas, Ricardo Patiño, me llamaron mucho la atención pues no se diferenciaban casi en nada de las de anteriores ministros que se echaban las flores por la estabilidad de la economía. Dijo: “Gracias a la confianza que tiene la gente en nuestro gobierno hay estabilidad en la economía y seguridad en el sistema financiero”. Dichas declaraciones me recordaban a funcionarios de los gobiernos de Gutiérrez y Palacios, que se vanagloriaban de las bajas tasas de inflación, la disminución de las tasas de interés y el incremento de los depósitos en el sistema financiero, como si ellos hubiesen tenido algo que ver en dichos resultados. Ninguno de los gobiernos ha tenido algo que ver en los resultados de marras, mas bien han generado distorsiones que han impedido que la situación sea mejor. Para tristeza de los funcionarios y beneficio de los ciudadanos, es la Dolarización la que ha permitido a la economía ecuatoriana avanzar a pesar de las torpezas, por decirlo de alguna manera, de los partidos políticos y los gobiernos de turno. Veamos punto por punto, disminución de la tasa de inflación: La inflación es un fenómeno netamente monetario, entre las décadas de 1980 – 1990, los gobiernos devaluaron la moneda en 96,66%, de ahí que se la conoce como la década pérdida ya que al final en términos reales los ecuatorianos éramos más pobres. A pesar de tan duro golpe, los gobiernos no aprendieron y entre 1990 y 2000, la devaluación alcanzó el 96,72%. Con la dolarización eso se acabó, se le quitó la prerrogativa de los gobiernos de meternos la mano al bolsillo y empobrecernos. Luego de la dolarización lo que sí hubiesen podido hacer los gobiernos es mantener el equilibrio presupuestario e incentivar la competencia en la comercialización de los productos de primera necesidad para tener precios más bajos y más calidad en los productos, lamentablemente esto no ha sucedido en ningún gobierno y hasta el momento este no lo ha hecho, esperemos que lo haga. En lo referente a las tasas de interés, el efecto positivo de la dolarización con la eliminación del riesgo de las devaluaciones ha sido contrarrestado en alguna medida por el riesgo del entorno económico, pues la inversión de mediano y largo plazo se ha visto afectada seriamente por la incertidumbre que inyecta en el sistema que las instituciones políticas vivan en constante pugna de poderes. Asimismo, este entorno desfavorable y una regulación poco eficiente no han permitido que llegue la Banca internacional y se introduzca la tan sana competencia que haría que las tasas bajen aún más, además de brindar nuevos capitales para el financiamiento de las actividades productivas. Sobre la confianza en el sistema financiero, vale decir que en esto buena parte tiene que ver las lecciones que a la fuerza aprendieron los bancos nacionales luego de la crisis de 1999, pero se puede y debe hacer más. Por tanto, es la Dolarización y no los gobiernos lo que ha generado confianza en medio de las crisis políticas. Ahora lo que queda, es esperar que alguno de los que lleguen a Carondelet complete los cimientos del desarrollo que necesita el país: Integración financiera, libre comercio, simplificación tributaria, eliminación de monopolios públicos y privados, limitación del gasto público a sectores importantes como educación y salud, e incentivar la creación de más y mejores empresas que contribuyan a la generación de empleo que es lo que realmente quiere la gente.
* Publicado por Diario El Telégrafo, Guayaquil - Ecuador. Viernes, marzo 23 de 2007.

jueves, 15 de marzo de 2007

El germen de la tiranía

Mientras los ecuatorianos tratamos de progresar, una vez más, nuestras instituciones políticas se empantanan en luchas intestinas, que ya impolutos juristas han resuelto, pues no hay más que cumplir y hacer cumplir la Constitución. Tanto Congreso como Tribunal Electoral han cometido inconstitucionalidades, en cuyo caso ambas acciones deben ser anuladas. Hasta el momento el árbitro de esta disputa ha sido el gobierno, que pese a que esconde la mano, es evidente que fue la Policía Nacional, al mando del ministerio de gobierno, quien determinó cuál de las dos acciones inconstitucionales se cumplía. En la práctica ya no hay República, y lo que puede venir es muy grave para el futuro de nuestra deformada Democracia, el totalitarismo despótico. En este sentido cabe preguntarnos ¿Por qué nuestra democracia no funciona tan bien como otras? ¿Si la democracia es el mejor sistema de organización social por qué la diferencia de resultados? Capaz la respuesta radica en el origen mismo del modelo occidental de democracia, que tiene dos tradiciones bien diferenciadas. La tradición constitucionalista liberal y la tradición democrática. La tradición constitucionalista liberal es entendida como el gobierno de las leyes. Es en esta idea en la que se inspira el liberalismo y a su vez es la base de la teoría del “rule of law”. Leyes que están circunscritas a lo que se ha llamado el derecho natural, es decir, derecho a la vida, propiedad y libertad. Mientras que la tradición democrática –entendida como gobierno de las mayorías o gobierno de los hombres– trata sobre la participación democrática en la elección de un gobierno mediante elecciones libres y justas. El objetivo primordial de la tradición constitucionalista liberal o gobierno de la ley, no trata sobre la forma de cómo se elige un gobierno, sino cómo se preservan de forma más eficiente las libertades individuales: vida, propiedad y libertad. ¿Cuál ha funcionado mejor? La respuesta la tenemos a la vista. En países donde rige en mayor grado el imperio de la ley –EE.UU., España, Irlanda, Estonia, etc.– son países prósperos y con estándares de vida muy superiores; mientras que, donde impera el “gobierno de los hombres”, se tiene pobreza. Este es el caso ecuatoriano. En Ecuador no existe el gobierno de las leyes sino esta clase de democracia que tiene supeditados a los ecuatorianos a los antojos de los gobiernos de turno. Por eso la democracia entendida solamente como gobierno del “pueblo” es incapaz de garantizar las libertades y por ende incapaz de generar prosperidad. Uno de los maestros de la Democracia moderna, Alexis de Tocqueville (1805 – 1859), ya nos advertía en su obra La Democracia en América, “La omnipotencia me parece en sí una cosa mala y peligrosa. Su ejercicio me parece superior a las fuerzas del hombre, quienquiera que sea, y no veo sino a Dios que pueda sin peligro ser todo poderoso porque su sabiduría y su justicia son siempre iguales a su poder. No hay, pues, sobre la tierra autoridad tan responsable en sí misma, o revestida de un derecho tan sagrado, que yo quisiere dejar obrar sin control y dominar sin obstáculos. Cuando veo conceder el derecho y la facultad de hacerlo todo a un poder cualquiera, llámese pueblo o rey, democracia o aristocracia, digo: Aquí está el germen de la tiranía, y trato de ir a vivir bajo otras leyes”.

* Publicado por Diario El Telégrafo, Guayaquil - Ecuador. Marzo 16 de 2007.

viernes, 9 de marzo de 2007

Caos y más caos, ¿hasta cuándo?

El caos político y social es lo que nos ha caracterizado en los últimos años, vamos de tumbo en tumbo y siempre al final se le va a pasar la factura a los ecuatorianos que nada tuvieron que ver en la generación de dichas crisis ¿Hasta cuándo? Qué no se dan cuenta que esto coarta las aspiraciones de generaciones de ecuatorianos que ven desvanecidas sus ansias de desarrollo y que asumen un coste de oportunidad enorme por vivir en el Ecuador del caos. Hay reglas y estas deben respetarse, y para esto es muy importante que quienes tienen que hacerlas respetar las cumplan. La conducta indecorosa de la dirigencia política que ha rebajado su condición a meras bandas de barrio, donde solo priman sus intereses inmediatos, nos condena a desconfiar en alguna institución. Los dos elementos esenciales de las instituciones sociales son: la calidad de las reglas y la conducta de quienes las integran. El primero se lo puede ir puliendo a través de la experiencia y el diálogo entre los diversos actores de la sociedad, siempre enmarcado en el respeto y la tolerancia; mientras que el segundo necesita contar con un puñado de referentes, hombres y mujeres justos que nos brinden como ejemplo a los demás ese manto de dignidad. El país necesita con suma urgencia empresarios, políticos, sindicalistas, empleados públicos, empleados privados, religiosos, militares y medios de prensa, capaces de liberarse de sus taras ideológicas y sus intereses de corto plazo, para que con ojos limpios puedan ver los reales problemas económicos, políticos y sociales del país. Aquí vale aplicar una frase extraída del mensaje a la nación de Eloy Alfaro en 1895: "Los hombres indiferentes a la desventura de la Nación, aunque sean privadamente laboriosos, son los auxiliares inconscientes de las desgracias y corrupción de los pueblos". No podemos ser indiferentes al caos institucional generado por fuerzas que tratan de pescar a río revuelto y que no representan el sentir de los ecuatorianos (la extrema izquierda no alcanzó ni el 5% de los votos válidos en la última elección). No podemos permitir que el país se nos vaya de las manos y terminemos con un régimen totalitario donde predomine el atropello y la violación a los derechos fundamentales (vida, propiedad y libertad). Aún estamos a tiempo, Ecuador es una República donde mal o bien existe la división de poderes que garantiza el sistema de pesos y contrapesos en los cuales se cimienta la Democracia. Paz y estabilidad es lo que necesitamos los ecuatorianos, para poder progresar. No estamos a favor de mantener el status quo corrupto que nos gobernaba, pero tampoco esto es excusa para llevarnos a la concentración del poder en pocas manos. Bolívar ya nos advertía, "huid del país donde uno solo ejerza todos los poderes; es un país de esclavos". Ecuador no es un país de esclavos y los ecuatorianos no vamos permitir que eso suceda. Los problemas no se solucionan con intrigas y atropellos, ni con la violencia que a su vez generará más violencia, se solucionan con diálogo, respeto mutuo, respeto a las normas establecidas y al debido proceso. El cambio que buscamos debe tener presente que nuestro futuro depende de la matriz institucional que diseñemos, ya que si el marco institucional premia a los “tira piedras”, entonces más organizaciones de este estilo se crearán, en cambio si el marco institucional premia las actividades productivas, cada vez más empresas e industrias se desarrollarán. Usted escoja.
* Publicado por Diario El Telégrafo, Guayaquil - Ecuador. Marzo 10 de 2007.

viernes, 2 de marzo de 2007

El socialismo es el mal no la solución

Desde sus inicios cuando François-Noël Babeuf (1760-1797) en “Le Tribun du peuple” exigía la abolición de la propiedad privada y la colectivización de la tierra, pasando por su sistematización con Marx (1818-1883), hasta su en teoría declive con la caída del Muro de Berlín (noviembre 9 de 1989), el socialismo se ha implementado en diversos grados en muchos lugares y siempre ha dado como resultado lo mismo: pobreza, despotismo y muerte. La historia ha juzgado este sistema, sin embargo hay quienes no quieren abrir los ojos, y bajo camuflajes, adornos o violentado la semántica, nos quieren vender la idea de un “nuevo” sistema que nos lleva a la “felicidad”. Digo esto porque hace poco asistí a una charla del Dr. Manuel Chiriboga, ex jefe negociador del TLC Ecuador – EEUU que estaba dirigida para el gremio de industriales de Guayaquil y me llamó la atención que las opciones que proponía el expositor para Ecuador se circunscribían a tres tipos de socialismos, el bueno, el malo y el feo. Pero la historia nos dice que no hay socialismo bueno, preguntémosle a los de Europa del Este, a los de Corea del Norte, a los cubanos o a los venezolanos, muchos de los cuales a toda costa trataron y tratan de huir del “paraíso socialista”. La limitación de la libertad genera pobreza y desigualdad no al revés como pregonan algunos para justificar la concentración ilimitada de poder en manos de los gobernantes. Decir que a Ecuador le conviene el socialismo chileno es distorsionar la realidad, en Chile gobierna la concertación de partidos de izquierda pero el sistema socialista se desterró con Allende, y ahora su economía y su sociedad crecen gracias a los mayores grados de libertad que permiten que los chilenos exploten todas sus potencialidades. Hay que decirlo con todas las letras, es el Capitalismo, el Mercado Libre, el Estado de Derecho, una sociedad de libertades la que ha hecho prosperar a Chile, Irlanda, España, El Salvador, Letonia, Portugal, Bostwana, etc. Para el lector aún incrédulo puede revisar los informes del Foro Económico Mundial, el informe Haciendo Negocios del Banco Mundial, el índice del Libertad Económica del Heritage Foundation o el del Fraser Institute. No hay que tener miedo de decirlo, Ecuador necesita más Capitalismo para salir de la pobreza. No más socialismo, que ha imperado junto con el mercantilismo y que ha hecho que grupos mafiosos se hagan millonarios a costa de la ignorancia de la gente. Capitalismo no significa que el gobierno dé privilegios a grupos, no significa mayores impuestos, no significa medidas de ajuste estructural, no significa las privatizaciones corruptas que pasaron un monopolio público a uno privado, no significa devaluaciones e inflación acelerada, no significa endeudamiento público, no significa que el rico tenga privilegio ante el sistema de justicia; Capitalismo significa igualdad ante la Ley, libre competencia, libertad de emprendimiento, libertad para elegir, gobierno limitado que garantice los derechos fundamentales (vida, propiedad y libertad). Es precisamente la ausencia de Ca-pitalismo lo que ha generado pobreza, lo que es aprovechado por los demagogos que generan esperanzas entre los pobres, dándoles dinero para resolver transitoriamente sus carencias, pero sin resolver los reales problemas, condenándolos a la mi-seria. Parafraseando a David Horowitz, muchos han creído en la izquierda por el bien que prometía, pero han aprendido a juzgarla por el daño que ha hecho.
*Publicado por Diario El Telégrafo, Guayaquil - Ecuador.